jueves, 6 de enero de 2011

Ausencias

A  u     s  e   n   c   i     a   s.         L o  s    v a  c í   o s     d  e     la    d i s c   o n t   i n  u   i  d    a  d.

Ahora. Ahora no. Ahora escribe. Ahora no escribe. La tinta se acumula sin derramarse. Se resiste recelosa a salir, a fluir por la delicada pluma obligándome a presionar, tensar su estilizado cuerpo hasta que parece a punto de deformarse sin remedio... y se desparrama.
Las playas frías albergan esa triste nostalgia de lo que no son. El continuo ir y venir del oleaje, la constante curva oscilante de la orilla, el horizonte dándole perspectiva a las nubes transeúntes. Y vacía por fría. Por hostil. La ausencia de todo salvo el lugar. Solamente hay lugar.
Las norias vacías, las sillas dando vueltas sin nadie que sonría ni mire con nervios hacia el suelo que se aleja. Las atracciones en invierno, con nieve y frío. Las ferias de colores durante las horas matinales. Son lo que falta más que lo que hay. Se las mira recordando momentos vividos, fotografías de infancia. Las viejas canciones resuenan. Porque a falta de todo sentido contienen la misma capacidad de trasladarnos al recuerdo que el olfato. Las viejas atracciones. Las bombillas de mil colores.
Los nuevos encuentros. De tu a tu. Donde no hay más que hallazgo tras hallazgo. Cada sonrisa, opinión, gesto y reacción se añade a esa nueva imagen de la otra persona, desconocida hasta el momento. La conversación fluye sin contención (en el mejor de los casos) en búsqueda de puntos en común, puntos de apoyo ausentes en los primeros encuentros. Esta misma ausencia es la que agudiza cada segundo, cada palabra, sentido y respuesta. El preámbulo es agotador. Todo exige un esfuerzo olvidado en relaciones establecidas.
Me fui. Me ausenté. No importa. Igual que mi presencia. No hay ritmo, pauta, continuidad. Éstas son mis líneas.


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