lunes, 10 de enero de 2011

Los regresos. Retornos, visitas y emociones.

El viaje siempre me causaba una sensación de pérdida terrible. Ese intervalo de tiempo y espacio en el que perdía toda referencia. Desde el momento de partir no tenía claro si dejaba mi lugar para visitar o si regresaba tras un periodo fuera. Los extraños, caras de viaje. Conversaciones transversales, paralelas. Las luces sobre el territorio, cambiando durante el largo trayecto; apagándose hasta que siluetas dejan imaginar, horizontes imposibles y sensaciones de extrañeza profunda. El tiempo no transcurre del mismo modo cuando uno viaja. Las horas no son sino la distancia recorrida y la que habrá que recorrer hasta que los horarios vuelvan a tener sentido.
No había viaje que me dejara claro a dónde iba y de dónde venía. Nunca supe muy bien a dónde pertenecía. Ese dulce regreso al hogar estaba siempre impregnado de melancolía. Partiría tras un tiempo. Regresaría a otro lugar donde la misma atmósfera de tránsito me recogería.
Estado transitorio es el que me define aunque singular por su carácter permanente. Transitoria suele ser una etapa entre dos. Un terreno de ajuste y definición. Yo debí olvidar aquel estado anterior y hacia cuál me dirigía, quedándome en esta transición eterna a ningún sitio. Sin posibilidad de ajustarme a nada ni definir mis coordenadas. En éste estado he vivido tiempo, decorando mis estanterías con plásticos, mis paredes con papeles pintados, mis libretas con dibujos y letras extrañas que nada me dicen del mundo. Transitoria es la vida que vivo, intentando engañar a mis compañeros de viaje para robarles de sus hogares, de sus mujeres, trabajos y animales de compañía. Comprar una vida con ideas de otros, vender mis plásticos, tirar los papeles y gritar al viento mis palabras manchadas de sueños.



Llegué, como tantas otras veces.
Hoy llegué de nuevo, como tantas otras veces, al pueblo, a la casa de mi familia. Llegué, como tantas otras veces, en autobús. Llegué, como tantas otras veces, con una sensación de extrañeza, de regreso de otro.
Llegué, como tantas otras veces, y besé a mis hermanos, admirándoles y sintiendo cómo crecen. Llegué, como tantas otras veces, y estuve con Conchi, mi conchi, pequeña conchi. Llegué, como tantas otras veces, y abracé a mi padre, le quise, le toqué, mi padre.
Llegué, como tantas otras veces, y me sentí extraño.
Llegué, como tantas otras veces, sin llegar.
Llegué, como tantas otras veces, sin haber partido jamás.



photo: Hannes Hirche.

sábado, 8 de enero de 2011

duermevelas, sueños y despertares lejanos

...proyecciones y obras teatrales se suceden, todo una neblina. Mis párpados pesan y no puedo evitar el sueño, me persigue y se me apega, me agarra y ya estoy inmerso, totalmente recubierto...

...qu é   ha ce s   cu a nd o    t e   s ien te s   só l o,    e n  la
          os cur ida d,  n i   r a str o   ve s  d e   t u    h ue lla
              
                     a l go   tie n e   q ue   s al i r  y    no  sa be s  q ué

                           es,  n i   c óm o   s ac a r lo...

                                 yo no

recuerdo una casa/exteriores?...oscuro...sala pequeña...sillas, gente llenando, muebles de madera. Yo y gente. Me dan de comer en la boca... me lo meten el la boca... mal, mal, blanco, borrón. Una neblina de inconsciencia, pero mal, muy mal... ¡recuerdo qué mal! ...ya no estoy bien, borracho, drogado, la gente me mira... no soy de ellos, entiendo, lo disimulo pero me han drogado. Les digo que lo siento... me siento desajustado, todos me miran, me juzgan, me rechazan. Les digo que lo siento con el corazón llorando. Ya no puedo ni hablar... no entiendo qué me ocurre. ¿Estoy drogado o soy así? Estoy muy mal, me voy, neblina, vuelva a estar allí, no me quieren entender, comprender, ahora de qué estoy hablando, de mí? de mi sueño? de mi sueño de una noche de invierno.

ya sé que sueño,                                          sueño con pesares y miedos
pero no sueño ya.                                       sueño con vueltas y frío.
                                                                  sueño sudores y vientos
Soñar.    Lágrimas.   Café.                       sueño con el sueño y despierto.
                                                               sueño que duermo
           cigarros                                      sueño que no quiero
                                                            sueño que antes soñaba
sueño                                                 sueño con el sueño y despierto.
               sueño

           S        U        E        Ñ        O


Tras un sueño en el que lloré, desperté solo. Envuelto en silencio, con el cielo imitando mis ojos llorosos, no pude reprimir un gemido de miedo y refugiarme en la media vuelta.
Volví a despertar, ahora vacío.

...cuando las horas no son sino semi-despertares y momentos de inconsciencia. Inconsciencia que no lo es tanto como una consciencia subyugada a otro querer. Un sin-querer queriendo otro mundo, otro lugar. Una consciencia dueña de la espera y la esperanza de que no todo es real, de que lo que dicen las cifras del reloj no tiene ni sentido ni trascendencia. Que lo que vale es lo que queda entre alarma y alarma. Los trozos de sueño no recordados que recomponen ese querer.
Luego queda todo olvidado, se desprende de mí como las legañas y el olor con el agua de la ducha mientras la corriente se lleva la atmósfera de los sueños y lo llena con el aire limpio del nuevo día.
Día que no lo es tanto como tarde.

...con sed me encuentro y pido agua. Litros de agua que no me pueden dar por muy voluntariosas que sean mis compañías. Con autoridad tengo que forzarme a tensar mis músculos, sumisos bajo el control del genio, aquel que me acompaña desde que tengo uso de cuerpo, digo cuerpo. Aquel que obedece. ¡Levántate! ¡Ya! Se disuelve en el sueño. Andando me encuentro con alguien. Sin comprender siquiera nos rozamos y nuestros ojos con miedo se buscan. No hay más que formas, movimientos borrosos. Un pinchazo lúcido, definido, un labio. Se disuelve en calor. Ruidos nos rodean, distracción...

Porque sueño, yo no lo estoy. Léolo



jueves, 6 de enero de 2011

Ausencias

A  u     s  e   n   c   i     a   s.         L o  s    v a  c í   o s     d  e     la    d i s c   o n t   i n  u   i  d    a  d.

Ahora. Ahora no. Ahora escribe. Ahora no escribe. La tinta se acumula sin derramarse. Se resiste recelosa a salir, a fluir por la delicada pluma obligándome a presionar, tensar su estilizado cuerpo hasta que parece a punto de deformarse sin remedio... y se desparrama.
Las playas frías albergan esa triste nostalgia de lo que no son. El continuo ir y venir del oleaje, la constante curva oscilante de la orilla, el horizonte dándole perspectiva a las nubes transeúntes. Y vacía por fría. Por hostil. La ausencia de todo salvo el lugar. Solamente hay lugar.
Las norias vacías, las sillas dando vueltas sin nadie que sonría ni mire con nervios hacia el suelo que se aleja. Las atracciones en invierno, con nieve y frío. Las ferias de colores durante las horas matinales. Son lo que falta más que lo que hay. Se las mira recordando momentos vividos, fotografías de infancia. Las viejas canciones resuenan. Porque a falta de todo sentido contienen la misma capacidad de trasladarnos al recuerdo que el olfato. Las viejas atracciones. Las bombillas de mil colores.
Los nuevos encuentros. De tu a tu. Donde no hay más que hallazgo tras hallazgo. Cada sonrisa, opinión, gesto y reacción se añade a esa nueva imagen de la otra persona, desconocida hasta el momento. La conversación fluye sin contención (en el mejor de los casos) en búsqueda de puntos en común, puntos de apoyo ausentes en los primeros encuentros. Esta misma ausencia es la que agudiza cada segundo, cada palabra, sentido y respuesta. El preámbulo es agotador. Todo exige un esfuerzo olvidado en relaciones establecidas.
Me fui. Me ausenté. No importa. Igual que mi presencia. No hay ritmo, pauta, continuidad. Éstas son mis líneas.