jueves, 9 de diciembre de 2010

Temprano siempre comienza todo

¿Cómo te despiertas? ¿Lo repites? ¿Vuelves a despertar? ¿Hasta siete veces despiertas? Cada una con su diferencia, cada vez con su momentánea singularidad. ¿Cuántas veces has de despertarte? ¿Cuánto hace falta para despertar?

Hace tanto frío. La   

Mañana ha dejado de existir. El día comienza con el sol ocultándose tras los tejados bajos cubiertos de nieve. La tarde se despide pronto por la mañana. Yo me levanto para despertar después de unas horas. Tras haber entendido el paso del sol y las horas que no veré. 




Los círculos. Sus pequeñas sombras detrás. Una pequeña linea los une, dándole a la composición un algo. En realidad nada. Quedaban mejor sin las líneas.

Y las noches. Las noches son largas. Parecen querer cada vez más. Pero siempre desde la seguridad de casa. Siempre con el miedo a salir. El miedo a hacer algo sólo. Hacer algo mal. Hacer algo y equivocarte. Por la noche nadie se equivoca. Todo queda permitido bajo la indiferente mirada del vacío.

Por eso se fue la mañana. Por eso no tengo oportunidad ninguna. Por eso me arrastro en la oscuridad buscando algo para traer de nuevo las mañanas.

Por eso es la penumbra la que recoge esta primera entrada.



Can’t they hear it, it’s tearing
at my soul, it’s screaming
in my ear, it’s beating
under my chair!… It’s here
here, here, the beating of his hideous heart!







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